La multiculturalidad cobra toda su expresión en la ciudad española norteafricana, donde la comunidad judía se asentó en 1864 por primera vez desde la expulsión del siglo XV
Doce kilómetros cuadrados, 85.000 habitantes y la interculturalidad como bandera. Ese es el signo de identidad de una pequeña ciudad española enclavada entre el Mar de Alborán y el norte de África, a 176 kilómetros de la Península Ibérica. Musulmanes, cristianos, judíos, hindúes, gitanos y amazigh configuran una sorprendente comunidad caleidoscópica que desde el siglo XIX convive en un proverbial equilibrio.
Pero centrémonos en el colectivo sefardí. Y destaquemos una fecha: 1863. Ese año, el Gobierno español convierte Ceuta, Melilla y Gibraltar en un puerto franco. Ese es un dato clave. El cambio de régimen fiscal atrae a comerciantes judíos instalados en Marruecos desde la expulsión de 1492. Un año después, una real orden autoriza a musulmanes y hebreos a residir en Melilla sin necesidad de solicitar un permiso especial. En Marruecos, a finales del siglo XIX, había más de 200.000 sefardíes, lo que constituía una de las comunidades más numerosas de la diáspora.
Y ese año, 1864, es identificado como el punto cero de la comunidad judía de Melilla. Quedaban cinco años para que la nueva Constitución española, la más liberal hasta ese momento, estableciera por primera vez en la historia de España la libertad religiosa. Hasta ese preciso momento, el decreto de expulsión de los judíos dictado por los Reyes Católicos cuatro siglos antes seguía vigente.
En 1874, se ejecuta el primer censo de Melilla, según datos suministrados por Jesús F. Salafranca. Y aparecen los primeros 27 judíos, todos procedentes de Tetuán, salvo un ciudadano de Gibraltar y otro de Orán. Ese año, la población sefardí de Melilla rozaba el 5% del total. A partir de 1883, en sucesivas oleadas, cientos de judíos marroquíes se refugian en la plaza española para huir de la creciente inestabilidad de la región. En el primer tercio del siglo XX, el colectivo sefardí alcanza su cénit demográfico: 7.000 judíos.
EL BARRIO HEBREO. Los refugiados se van a asentando en el Polígono, Manolete y el Barrio Hebreo, el primero de España tras la expulsión del siglo XV. Inicialmente, se alzó un campamento muy precario para acoger a los judíos que huían de la matanza de Tazza. Poco después, el asentamiento se transformó en el Barrio Hebreo, cuyas calles ya rememoraban a Jerusalén, Hebrón, Haifa o Tel Aviv, dos o tres décadas antes de la fundación del Estado de Israel.
En Melilla, la comunidad sefardí resucitó después de un largo letargo de cuatro siglos. Aquí se levantó la primera sinagoga; se registró el primer rabino; se produjo el primer baño ritual; y se abrió el primer cementerio judío. Todos esos ritos configuran a Melilla como un enclave fundamental en la recuperación de la cultura sefardí tras un exilio secular, aunque no fue hasta 1908 cuando la comunidad judía se funda formalmente.
Es probable que hubiera hebreos con anterioridad, pero no hay registros sólidos que lo certifiquen. Sí se sabe que las cabilas que circundan a Melilla en suelo marroquí incluían a familias sefardíes desde muchas centurias antes. Ya a principios del siglo VIII, cuando se produce la conquista islámica del Magreb y la Península Ibérica, está datada la existencia de un grupo bereber judío, cuya reina, Kahina, combatió fieramente el avance de las huestes árabes. De hecho, la bandera del Rif incorpora una estrella de seis puntas, similar a la israelí, que muchos atribuyen a la identidad judía de ciertas tribus amazigh.
ARQUITECTURA MODERNISTA. La aportación sefardí a Melilla ha sido trascendental. No solo por constituir un ingrediente básico de su sociedad multirreligiosa. También por su contribución a la cultura melillense. Por ejemplo, en el campo de la arquitectura. La ciudad mediterránea cuenta con un extraordinario tesoro modernista levantado a principios del siglo XX en el llamado Triángulo de Oro. Mas de medio millar de edificios de estilo modernista se construyeron en el ensanche urbano, muchos de ellos bajo el amparo del mecenazgo judío.
Un arquitecto sobresalió por encima de todos los demás: Enrique Nieto. Su primera obra está firmada en 1909. Y, junto con Francisco Hernanz o Alejandro Rodríguez Borlado, puso en pie fabulosos edificios de estilo modernista encargados por judíos acaudalados. En el listado de los mecenas sefardíes figuran David J. Melul, Jacques Eskenazi Aguilera, Amrram J. Wahnon, Isaac Benaroch, Moisés S. Cohen Laredo, Yamín Samuel Chocrón, Salomón Dray Benaim, Ezer Benarroch y muchos más.
Estos singulares inmuebles componen hoy uno de los atractivos turísticos y culturales más destacables de Melilla. La huella sefardí también perdura en la nomenclatura de bastantes de ellos. Es el caso del portentoso Edificio Melul, situado en la Plaza de España. Se trata de la obra cumbre del modernismo floral melillense. El inmueble, sin embargo, fue concebido inicialmente bajo un estilo clasicista. Fue edificado en diciembre de 1906 por el arquitecto Alejandro Rodríguez Borlado sobre un alzado de planta baja y primera. Pero diez años después, en virtud de una modificación urbanística en la zona, adquirió dos alturas más, esta vez con diseño y dirección arquitectónica de Enrique Nieto.
Esta segunda intervención fue encargada por el empresario David J. Melul, propietario del Gran Bazar Reina Victoria, que ocupaba los bajos del bloque. Su estilo mutó al modernismo. La fachada principal alterna columnas de hierro fundido con arcos y balconadas corridas, y está flanqueada por bellos miradores acristalados. El resultado es impecable. Y el Edificio Melul se ha convertido en uno de los escaparates más reconocibles de la ciudad de Melilla. De Enrique Nieto es también la Casa Jacques Eskenazi, situada en la Avenida del ensanche modernista. Está edificada en ladrillo macizo y presenta una llamativa balconada acompañada por miradores. Fue levantada en el año 1909 y ampliada casi treinta años después.
Los edificios de Amrram J. Wahnon e Isaac Benaroch también destacan sobre el excepcional conjunto arquitectónico melillense. Los ingenieros Alejandro Rodríguez Borlado, Eusebio Redondo Ballester y Emilio Alzugaray Goicoechea trabajaron bajo el mecenazgo de empresarios judíos en la construcción de numerosos edificios modernistas, que hoy definen la identidad urbanística de Melilla.
LA SINAGOGA CENTRAL. Mención aparte merece la sinagoga central de Melilla, que en 2024 cumple precisamente un siglo. Fue construida por Yamín A. Benarroch, filántropo, comerciante y uno de los judíos más influyentes de la comunidad sefardí desde el siglo XIX. Hablamos del templo hebreo más bello de España y uno de los más singulares de toda Europa. El edificio fue diseñado por el arquitecto Enrique Nieto. La sinagoga se encuentra en la tercera planta, en cuya fachada destacan cuatro arcos de herradura junto a una estrella de David. En conjunto, la armoniosa construcción integra elementos arabizantes que recuerdan al mihrab andalusí. Curiosamente, una mezquita melillense, también concebida por Nieto, comparte elementos geométricos de la sinagoga, lo que da una idea de la sorprendente convivencia interreligiosa que se respira en esta localidad al borde del Mediterráneo.
El interior del templo judío integra una falsa bóveda rematada por un friso de mocárabes nazaríes. Las molduras fueron ejecutadas por Vicente Maeso, colaborador habitual del arquitecto Enrique Nieto. Los bajos de la construcción se destinaron a almacén comercial, mientras que en la primera planta Yamín A. Benarroch instaló su vivienda. La sinagoga recibe el nombre de Or Zaruah o Luz Divina, en referencia al sistema de iluminación proporcionado por sus numerosas lámparas.
Yamín A. Benarroch Benzaquén nació en Tetuán en 1882 y muy joven se trasladó a vivir a Melilla. Su figura goza del reconocimiento mayoritario de la comunidad sefardí melillense gracias a su incansable labor filantrópica y cultural en la ciudad. En el Barrio Hebreo construyó una calle completa para proveer de alojamiento a judíos humildes que buscaron refugio en Melilla en los años turbulentos de principios de siglo. En la ciudad española desempeñó numerosos cargos públicos, entre ellos adjunto al Tribunal Municipal y vocal de la Junta Local. Entre 1924 y 1930 fue máximo representante de la comunidad israelí e impulsó, entre otros muchos proyectos, el Colegio Hispano Israelita. Recibió la Gran Cruz de Beneficencia del Gobierno español y la Medalla de la Paz por su atención a los soldados heridos en el conflicto de julio de 1921. En 1932 ingresó en el Libro de Honor de KKL, el registro donde figuran los judíos más distinguidos del mundo.
MEM GUÍMEL. Impulsada por Mordajay Guahnich, la asociación Mem Guímel representa genuinamente el espíritu multicultural que distingue a Melilla. Se trata de una entidad judía aunque en la junta directiva figuran musulmanes como Farid, hindúes como Ramis, gitanos como José y cristianos como Paco. Solo falta un chino para completar el mosaico multiétnico que caracteriza a la ciudad. El nombre de la asociación homenajea a un barco judío que naufragó en la costa de Marruecos en los últimos años del Protectorado español.
El trágico accidente se produjo la noche del 10 de enero de 1961. La nave fue fletada por Israel para trasladar a 43 sefardíes desde el Magreb hasta el recién creado Estado hebreo. En aquellos años abandonaron Marruecos miles de judíos, generalmente por Ceuta y Melilla, a través de Gibraltar y posteriormente Francia. Esa noche azotaba un violento temporal en el Estrecho. El barco salió de Melilla y navegó en paralelo a la costa rumbo a Gibraltar. Pero a la altura de Alhucemas un golpe de mar quebró la embarcación y sus 43 tripulantes, que dormían en la bodega, no pudieron ponerse a salvo. Solamente se salvó el capitán y el maquinista. Mem Guímel significa en hebreo cuarenta y tres.
La asociación se fundó en el año 2007 y su agenda está regada de eventos plurirreligiosos y multiculturales, desde un recital hindú hasta una celebración gitana, en correspondencia con la naturaleza caleidoscópica de esta sorprendente ciudad ubicada sobre la costa norte de África.